Además de Descartes, hubo muchos hombres que
reflexionaron sobre la verdad. Otros mapas acerca de ella fueron dibujados en
las hojas de la historia. Una teoría que tuvo gran repercusión en el mundo fue
la ideología marxista, que fue interpretada muchas veces desde su concepción.
Michel Henry fue uno de ellos, y él a su vez dibujó un Marx con determinadas
características. Para llegar a su boceto, también conoció otros dibujos sobre
este pensador, y critica el más conocido, al que se denomina “marxismo
ortodoxo”. Es interesante la nueva cara que propone Henry de la ideología
marxista, pues encontró en el filósofo una dimensión que no había sido tomada
en serio por los marxistas.
Para Henry, lo que hay de vivo en Marx es su
pensamiento sobre la vida. En ella encontramos el fundamento de la teoría de
dicho intelectual, pues constituye el basamento de la historia y la economía, ya
que produce los fenómenos específicos que serán estudiados por esas ciencias[1]. Henry
también rescata el concepto de praxis
de La ideología alemana, que es una
dimensión del ser en la que entra en juego lo corporal, lo afectivo, los
sentimientos individuales que se despliegan como una “subjetividad orgánica”,
en pocas palabras, lo que el sujeto siente mientras plasma la vida en los
objetos del mundo. Aquellos son sobre los cuales tematiza la ciencia, el
“resultado”, digámosle, de la vida, y no es la vida misma en sí.
El modo de vida de las personas permite ver las
propiedades de una clase social determinada, y una de ellas es la ideología.
Este mundo de ideas, de pensamientos, de imágenes, de representaciones de todo
tipo, esta estructura mental es lo que Marx llama conciencia, y son compartidas
por los miembros de la misma clase, lo que los hace pensar y sentir más o menos
parecido. La conciencia es un mapa, la forma en que cada uno representa su
propia vida espontáneamente.
El parchado ojo de la sensibilidad empezaba a ver,
era descubierto por alguien que quería que tomara la posición que le pertenece.
Marx intentaba introducir en el juego al cuerpo, a los sentidos, a la
subjetividad ¿Qué sería del mundo si hubiera primado una mirada subjetiva de
las cosas?
Quizás Lacan haya indagado, sin procurárselo, sobre
por qué prima la razón por sobre los sentimientos. Este psicoanalista, según
dicen las malas lenguas, es sumamente complejo, por lo tanto, otros psicólogos
que intentan interpretarlo nos ayudan en su comprensión. Joël Dor[2], por
ejemplo, afirma que Lacan define al sujeto como un sujeto dividido. El sujeto verdadero,
del deseo, del inconsciente es un magma de pulsiones de vida y muerte, y si se
cumplieran todos sus deseos, no podríamos vivir en sociedad. Por lo tanto, sólo
una parte del sujeto verdadero se manifiesta, lo que constituye el sujeto
imaginario, es eso que yo creo ser. ¡Resulta que creemos ser algo que no somos!
Imagino la cara que habrá puesto la razón cuando oyó esto. El sujeto imaginario
era sólo un mapa del inconsciente. Asimismo, esta el cuerpo físico, otro mapa. Lacan
afirma que es casi imposible acceder al territorio del inconsciente.
El sujeto mantiene consigo mismo una relación
mediatizada por el lenguaje, y de la única forma que el inconsciente puede
hacerse oír es a través del decir. Es en la forma de enunciar que el sujeto
verdadero se hace presente, en momentos aislados y escasos. Aquí es donde Dor
retoma la teoría de la enunciación, y relaciona al sujeto de la enunciación con
el inconsciente y al sujeto del enunciado con el yo imaginario. A través del
lenguaje, el sujeto imaginario se comunica con otros sujetos imaginarios, el
verdadero yo no podrá nunca comunicarse con sus semejantes verdaderos.
Tal vez esto pueda explicar la supremacía de la
razón. Desde el momento en que el lenguaje se interpuso entre el inconsciente y
el mundo (el estadio del espejo para Lacan), los deseos se sometieron a la
racionalización. La sociedad no esta diseñada para existir con sujetos que
cumplieran todas sus pulsiones.
Qué irónico pensar que para Lacan existe una división
bastante profunda entre el sujeto imaginario y el verdadero, y por lo tanto una
separación total del sujeto con el mundo y para la filosofía Zen el mundo y el
sujeto son uno solo amplio y libre de conciencia. Lo mismo le sucede a
Descartes, quien revela al sujeto la conciencia de sí, tanto esfuerzo que le
costó dudar de todo para poder sacar en limpio una única certeza, y los
maestros budistas, con una expresión muy seria, intentan ayudar por años a
aquellos que quieren acercarse a su forma de vida, a que se olviden de sí, que
dejen que “ello” pinte el bambú y tire la flecha.