sábado, 23 de abril de 2011

Soledad Cósmica

El cosmos parece estar tan solo. Años deambulando por la infinita masa siguiendo, esperanzado, un destello de luz y al final resulta ser un astrolito que, ya sin vida, ignora cualquier tipo de comentario que pudiera yo hacer. Si hasta a veces me parece ver algo de movimiento allá a lo lejos, pero cuando quiero acercarme ya todo está quieto.
¿Por qué hay tanto para hacer y nadie que haga?

viernes, 22 de abril de 2011

Ojos bien abiertos

Esta es la primera de todavía no se cuantas entregas de "Ojos bien abiertos", ensayo que escribí para una materia de la facultad, que me gustaría compartir aquí.
Por lo pronto, dejo la introducción.
"Guarda que empieza..."

Quizás después de todo, acercarse a una “comprensión” del mundo oriental sea cuasi imposible para los occidentales. Ellos no conocen de mapas, sólo de territorios. Cuando practican el tiro con arco y pintan letras o bambúes, se encuentran con el universo, la piel se borra y se hace una con el pincel, con el arco; acciones simples que cualquiera de nosotros no consideraría en realizar. Ellos dirán que ese sería el estado normal de las cosas, pero que la vida occidental hace que dibujemos múltiples divisiones y diferencias en nuestros mapas, en nuestros cuerpos y en los cuerpos de los otros. La concepción Zen[1] del universo nos enseña la vaguedad de los límites, que tanto empeño ponemos en demarcar; nos provee otros ojos con los cuales mirar.

La mirada occidental está atravesada por múltiples elementos. Tenemos un cuerpo que tiene necesidades y deseos, sufre y disfruta, trabaja y descansa, se comunica con otros de la forma que puede, se relaciona con el entorno de la forma que quiere, y eso es lo que hace al sujeto ser lo que es. Los maestros Zen viven una realidad muy diferente, ya sea por elección o por tradición, y esta perspectiva de vida mira las cosas desde un ángulo muy alejado al nuestro. Pero, ¿qué ojos son con los que miramos?, y ¿cómo es que ellos nos mirarían?



[1] IZUTSU, Toshihiko. “El interior y el exterior del budismo Zen” en El Koan Zen. Y HERRIGEL, Eugen. “El Zen” en El arte del tiro con arco. Apunte de Cátedra. 2010

viernes, 8 de abril de 2011

digestió (n)

, el cerebro disparó la largada y el hambre, desaforado desmesurado echó a correr, con lógica de velocista profesional. Agitaba los brazos de arriba hacia abajo, de derecha a izquierda haciéndolos coordinar con los pies y piernas de arriba a izquierda de derecha hasta abajo. inició en la bOca, donde de costumbre el hambre empieza, y con cada parte de su esencia recorrió las células de la garganta, el esófago. las analizó, Las dio vuelta miró de arriba abajo volvió a la boca, buscó debajo de, la lengua encontró rastros del desayuno y se dio cuenta que eran altos en colesterol, aunque habían estado sabrosísimos anteayer. pero eran altos en colesterol... pero habían estado sabrosísimos anteayer...
bajo hasta las cuerdas vocales, tocó una canción azul, luego una que contaba la historia de los cerezos en flor, ya no me acuerdo por qué estaba tan apurado. desde allí adentro se veían los pulmones de un azul profundo, grandes, decorativos y muy útiles, que se inflaban y desinflaban rápido, despacio, rápido, despacio. entraban y salían mariposas de papel, de todos los colores, recogidas de aquel recital.
miraba hacia abajo el hambre y el esófago era oscuro, intentaba alcanzar con la vista la frente y no hacía más que encontrar oscuridad. recordé lo apurado que estaba y empezó a bajar nuevamente, saltando de pared en pared, produciendo unos dolores insoportables.
por fin atravesó el píloro y llegó al estómago, devoró todo lo que había allí y se calmo.
El viaje le pareció eterno, pero en realidad sólo habían pasado 10 segundos desde que inició la travesía.