sábado, 23 de julio de 2011

Remolino de pensamientos

Entendi, que soy otra cosa
En mi mente, Capte: Siempre se puede mejorar
Una distraccion convertida en juego
Cosas enormes para mi, sin importancia en otro Ser
Una sensacion distante y tan fresca
Un motivo para jugar y una fuerza que me obliga a quedarme.
Explosivamente, se desencadeno esa cascada
Tan solo un roce, fue suficiente.

Ni una palabra mas.

Un fondo inpensado y una duda de miradas
El tiempo no importo, las mismas diferencias
Desaparecen las reglas, solo excepciones
Frio, estatico y loco
Calurosa, y un manojo de temblores
Un aroma conocido se apodera de mi, impregnada.

Vuelvo a la realidad, miro fijo
Sigo mi camino, sumergida en pensamientos
Una busqueda sin objetivo.
Ahora, el tiempo se apodera de mi

Poco a poco, el recuerdo se va esfumando
Entendi entonces, que ya no era como yo pensaba
Una especie de desilusion, conclui.
Las miradas cambiaron.

martes, 12 de julio de 2011

2 | Los ojos de la razón

Uno de los mayores filósofos del siglo XVII, Descartes, se preocupó por buscar la verdad. Es famoso por el mundo gracias a su frase “pienso, luego existo[1]. Tomó un aspecto del ser humano, el pensamiento, y construyó una representación. Afirma que el pensar es de lo único que puede estar seguro, y que si piensa, es porque está existiendo. A partir del conocimiento de que él es un ser razonable, puede empezar a construir objetos. Las cosas existen cuando hay un yo que las piensa, mas allá de que sean verdaderas en el mundo, son verdaderas en el pensamiento. Descartes le dio al hombre la certeza de la conciencia de sí. Ahora bien, ¿los sentimientos no son también algo que no se puede dudar que se siente? Quizás no sepamos por qué ni de donde salen, pero que lo sentimos es algo seguro, tanto como pensar. Podría pensarse que el sentir es algo también muy verdadero e innegable, e incluso Descartes en sus meditaciones afirma que sentir es una forma de pensar –nunca se desprende de la razón. Lo cierto es que no ahondó en esa conclusión a la que había llegado, como sí lo hizo con el fundamento de la existencia y del conocimiento. Entonces se convirtió en un punto en el que la humanidad quedó tuerta, pues no entró en discusión qué quiso decir este pensador cuando trajo al escenario al sentir. El ojo de la razón quedo abierto, fue examinado, se le pusieron lentes y se lo mandó al espacio a buscar respuestas. Mientras que al ojo del sentir se lo tapo con un parche de pirata.

Pero, ¿qué pasó con el mundo del pensamiento? Al considerar este mapa cartesiano como un territorio, el progreso se encaminó por esta vía, el hombre que piensa encontraría respuesta a todas las preguntas. Descartes dejó como tarea pendiente razonar sobre la “verdad” de las cosas del mundo. El hombre pensó y concluyó en que el hombre era un ser que pertenecía a una familia, a una especie, y que se servía de ella para sobrevivir en el mundo. Ahora era Darwin hablando de la evolución de las especies y de la evolución de una de ellas en particular ¡La razón había dado respuestas! Y debía de ser así.

Este hombre y su especie tenían una mente, claro esta, pues pensaban, y ella lo ayudaba a desarrollarse y controlar el ambiente, hacerlo suyo, ponerlo a su disposición. El ambiente, que no tenía una “mente” como la del hombre, no era tomado en cuenta a la hora de los postres (a decir verdad, a ninguna hora). Parecía que los recursos eran infinitos y que la naturaleza lo resistiría todo; un mapa lindo y perfecto que fue tomado por la comunidad científica como “un hecho”: ya era un territorio. Y ¿qué pasa cuando el mapa es el territorio? Bateson[2] advierte del peligro de olvidar que la representación no es aquello que representa. Que en el mapa nunca figura la totalidad del territorio, sino sólo algunas diferencias que son tales de acuerdo a los lentes que cada uno lleva puestos. La humanidad, que se ha guiado de esta idea de la “unidad de supervivencia” para desarrollarse, hoy esta no muy lejos de la autodestrucción. Porque el ambiente y el organismo son una unidad flexible, y el bienestar de uno significa lo mismo para el otro, por lo que es claro lo que implica la destrucción del ambiente.

Los maestros orientales sacudirían la cabeza, y nos proveerían unos bastonazos. Bateson en este sentido se acerca un poco a la idea Zen del universo. El autor occidental considera que todas las mentes individuales se unen en una mente más amplia, un “algo” que él llama ecosistema. En el Zen, una persona que llega a conectarse con la naturaleza de forma tan profunda, deja de ser “sujeto” para ser un “algo absolutamente indiviso” con la naturaleza o con lo que los occidentales llamamos lo “exterior”. Bateson no irá tan lejos, pero reflexiona que es importante considerar al entorno como parte de uno y de su vida.



[1] Descartes, René: “Meditaciones acerca de la filosofía primera, en las cuales se demuestra la existencia de Dios, así como la distinción real entre el alma y el cuerpo del hombre”. Apunte de Cátedra. 2010

[2] BATESON, Gregory. “Forma, sustancia y diferencia” en Pasos hacia una ecología de la mente. Apunte de Cátedra. 2010

sábado, 2 de julio de 2011

Jeroglifos de Naxos

A continuación publicaremos la traducción de un fragmento encriptado con símbolos jeroglíficos en tinta sobre un papiro que data del siglo XV a.C. que se encontró en una expedición arqueológica en Naxos sobre la Pirámide Roja de Dashur en Egipto a 40 kms al sur de El Cairo.

“... La Gran Luz ha hablado y ha marcado el comienzo de una nueva era. Los 9 titanes serán olvidados hasta que de la semilla sembrada emane la nueva deidad y consuma todos los rincones más recónditos de las conciencias. Orden suprema será nuestra vigilia pero los ciegos ojos no verán más allá porque estarán corrompidos y la gran araña que hubiera ya incubado sus huevos estaría en pleno apogeo infectando y envenenando toda razón.

Se siente su miedo por todo el gran éter, incluso antes de haberse concebido, y destruirá todo tipo de evidencia para nublar el discernimiento colectivo. Destellos y vahos con forma de mízcalo surcarán los firmamentos. Hay mucho más de lo que los fanales humanos pueden ver…”

El papiro está cortado en este punto y nada más que lo expuesto se ha podido rescatar de él.