martes, 12 de julio de 2011

2 | Los ojos de la razón

Uno de los mayores filósofos del siglo XVII, Descartes, se preocupó por buscar la verdad. Es famoso por el mundo gracias a su frase “pienso, luego existo[1]. Tomó un aspecto del ser humano, el pensamiento, y construyó una representación. Afirma que el pensar es de lo único que puede estar seguro, y que si piensa, es porque está existiendo. A partir del conocimiento de que él es un ser razonable, puede empezar a construir objetos. Las cosas existen cuando hay un yo que las piensa, mas allá de que sean verdaderas en el mundo, son verdaderas en el pensamiento. Descartes le dio al hombre la certeza de la conciencia de sí. Ahora bien, ¿los sentimientos no son también algo que no se puede dudar que se siente? Quizás no sepamos por qué ni de donde salen, pero que lo sentimos es algo seguro, tanto como pensar. Podría pensarse que el sentir es algo también muy verdadero e innegable, e incluso Descartes en sus meditaciones afirma que sentir es una forma de pensar –nunca se desprende de la razón. Lo cierto es que no ahondó en esa conclusión a la que había llegado, como sí lo hizo con el fundamento de la existencia y del conocimiento. Entonces se convirtió en un punto en el que la humanidad quedó tuerta, pues no entró en discusión qué quiso decir este pensador cuando trajo al escenario al sentir. El ojo de la razón quedo abierto, fue examinado, se le pusieron lentes y se lo mandó al espacio a buscar respuestas. Mientras que al ojo del sentir se lo tapo con un parche de pirata.

Pero, ¿qué pasó con el mundo del pensamiento? Al considerar este mapa cartesiano como un territorio, el progreso se encaminó por esta vía, el hombre que piensa encontraría respuesta a todas las preguntas. Descartes dejó como tarea pendiente razonar sobre la “verdad” de las cosas del mundo. El hombre pensó y concluyó en que el hombre era un ser que pertenecía a una familia, a una especie, y que se servía de ella para sobrevivir en el mundo. Ahora era Darwin hablando de la evolución de las especies y de la evolución de una de ellas en particular ¡La razón había dado respuestas! Y debía de ser así.

Este hombre y su especie tenían una mente, claro esta, pues pensaban, y ella lo ayudaba a desarrollarse y controlar el ambiente, hacerlo suyo, ponerlo a su disposición. El ambiente, que no tenía una “mente” como la del hombre, no era tomado en cuenta a la hora de los postres (a decir verdad, a ninguna hora). Parecía que los recursos eran infinitos y que la naturaleza lo resistiría todo; un mapa lindo y perfecto que fue tomado por la comunidad científica como “un hecho”: ya era un territorio. Y ¿qué pasa cuando el mapa es el territorio? Bateson[2] advierte del peligro de olvidar que la representación no es aquello que representa. Que en el mapa nunca figura la totalidad del territorio, sino sólo algunas diferencias que son tales de acuerdo a los lentes que cada uno lleva puestos. La humanidad, que se ha guiado de esta idea de la “unidad de supervivencia” para desarrollarse, hoy esta no muy lejos de la autodestrucción. Porque el ambiente y el organismo son una unidad flexible, y el bienestar de uno significa lo mismo para el otro, por lo que es claro lo que implica la destrucción del ambiente.

Los maestros orientales sacudirían la cabeza, y nos proveerían unos bastonazos. Bateson en este sentido se acerca un poco a la idea Zen del universo. El autor occidental considera que todas las mentes individuales se unen en una mente más amplia, un “algo” que él llama ecosistema. En el Zen, una persona que llega a conectarse con la naturaleza de forma tan profunda, deja de ser “sujeto” para ser un “algo absolutamente indiviso” con la naturaleza o con lo que los occidentales llamamos lo “exterior”. Bateson no irá tan lejos, pero reflexiona que es importante considerar al entorno como parte de uno y de su vida.



[1] Descartes, René: “Meditaciones acerca de la filosofía primera, en las cuales se demuestra la existencia de Dios, así como la distinción real entre el alma y el cuerpo del hombre”. Apunte de Cátedra. 2010

[2] BATESON, Gregory. “Forma, sustancia y diferencia” en Pasos hacia una ecología de la mente. Apunte de Cátedra. 2010

2 comentarios:

...m0n... dijo...

Lu.. estoy con tiempo y silencio para leer lo que subiste jeje.. me gusto, fue una conclusion satisfactoria, pero cuando empece a leer el texto, pense q encaraba mas para otro lado. eso lees en la facu? o se te ocurrio leer algo asi colgadamente? besito!

[ Kitchen.Sink ] dijo...

Y0 tambien me t0me el tiemp0 de leerl0. Te jur0 que mi cabeza l0 pr0cesa per0 n0 pued0 ir mas alla. Cre0 que p0r es0 n0 escrib0 en este bl0g! Igual gracias p0r c0mpartir lu!